Tumbas de los quitus dejan al descubierto una cultura brillante de los Andes (Ecuador)
Unos
hoyos,
de
hasta
20
metros
de
profundidad,
albergan
a
los
muertos
de
la
tribu
de
los
quitus,
localizados
en
excavaciones
arqueológicas
en
un
barrio
periférico
de
Quito,
que
dejan
al
descubierto
su
apoteósica
cultura.
Convertido
en
el
"Museo
de
La
Florida"
-el
barrio
donde
descubrieron
las
cámaras-,
el
centro
funerario
data
del
año
800
de
nuestra
era,
mucho
antes
de
la
llegada
a
la
capital
ecuatoriana
de
los
incas
en
el
1500
y
de
los
españoles
en
1534.
Los
quitus
perduraron
como
pueblo
durante
el
periodo
de
"integración"
de
culturas
en
Ecuador
y
formaron
una
pequeña
y
próspera
civilización
en
las
mesetas
y
valles
aledaños
a
lo
que
ahora
es
la
capital
ecuatoriana,
indicó
el
arqueólogo
Holguer
Jara.
Una
zona
que
el
experto
consideró
que
es
y
fue
privilegiada,
pues
estaba
rodeada
de
montañas,
dominada
por
el
macizo
que
forman
los
volcanes
Guagua
y
Ruco
Pichincha,
la
laguna
de
Iñaquito
y
los
valles
aledaños.
Esa
estratificación
geográfica
fue
aprovechada
por
los
quitus
para
representar
su
cosmovisión:
La
altura
de
las
montañas
para
la
divinidad,
la
meseta
para
los
centros
funerarios,
el
valle
para
la
actividad
cotidiana
y
la
laguna
para
"lo
escondido,
el
temor",
detalla
el
arqueólogo.
La
laguna
de
Iñaquito
sucumbió
y
en
ese
lugar
ahora
se
levanta
el
aeropuerto
de
la
capital
ecuatoriana,
que
será
reemplazado
por
otro
que
se
construye
en
uno
de
los
valles
aledaños
a
la
ciudad.
Para
Jara,
el
hecho
de
que
las
zonas
funerarias
y
ceremoniales
de
los
quitus
no
hayan
sido
conocidas
en
el
pasado
es
una
"buena
cosa",
porque
las
pudo
preservar
de
saqueos;
sin
embargo,
también
estuvo
oculto
por
mucho
tiempo
"el
origen
y
la
identidad"
de
los
quiteños.
Esta
cultura
se
relacionó
con
la
tribu
de
los
yumbos,
asentada
en
el
noroeste
de
la
ciudad,
también
sorprendente
porque
fue
el
nexo
comercial
entre
la
sierra
andina
y
la
costa,
y
por
su
formidable
conocimiento
astrológico.
Ese
vínculo
permitió
que
los
quitus
contarán
con
la
concha
espóndilus,
extraída
del
mar
en
las
costas
de
las
provincias
de
Manabí
y
Santa
Elena,
al
oeste,
que
incluso
se
exportó
a
Argentina,
Chile,
Perú,
Colombia
y
hasta
México.
Las
conchas
fueron
labradas
por
hábiles
artesanos
quitus
para
adornar
los
ponchos
funerarios
con
los
que
se
encontraron
los
restos
de
las
excavaciones
en
el
barrio
de
La
Florida.
Los
indígenas
cavaron
hoyos
de
hasta
20
metros
de
profundidad,
de
unos
tres
metros
de
ancho,
que
en
sus
bases
presentaban
tres
niveles
para
alojar
a
los
muertos.
Los
fallecidos
eran
colocados
en
cuclillas,
envueltos
en
telas
y
adornados
con
ponchos
y
joyas.
En
el
nivel
más
bajo
se
colocaban
cuatro
cadáveres
y
seis
en
los
otros
dos
niveles,
junto
con
vasijas
de
barro
con
"chicha",
una
bebida
elaborada
con
la
fermentación
del
maíz,
y
adornos
de
orfebrería.
Y
es
que
los
quitus,
como
muchas
otras
culturas,
creían
que
después
de
la
muerte
existía
otra
realidad
y
que
sus
muertos
necesitarían
objetos
para
entrar
en
ella.
"Estamos
ante
una
de
las
evidencias
más
importantes
vinculadas
con
el
gran
interrogante
de
la
humanidad:
¿A
dónde
vamos
después
de
la
vida?",
apuntó
Jara,
quien
incluso
cree
que
la
posición
de
los
muertos
tenía
como
objetivo
"devolver
los
cuerpos
a
la
Madre
Tierra".
El
museo
incluye
recreaciones
de
los
rostros
de
un
hombre
y
una
mujer.
La
figura
femenina
fue
elaborada
con
modernas
técnicas
forenses
a
partir
de
un
cráneo
encontrado
en
las
excavaciones.
La
mujer
está
adornada
con
un
poncho
recubierto
de
pequeños
botones
tallados
de
concha
espóndilus
y
de
caracoles,
así
como
objetos
de
orfebrería
como
aretes,
prendedores,
collares,
lanzadardos
para
cacería
y
"sonajeras",
lo
que
refleja
que
los
quitus
eran
"un
pueblo
alegre
y
festivo",
dijo
el
arqueólogo.
Jara
atribuye
el
interés
por
la
espóndilus
a
asuntos
más
religiosos
que
comerciales,
ya
que,
"más
que
el
oro
y
la
plata,
para
estos
pueblos
tenía
un
valor
especial
esta
concha"
en
sus
ritos.
Los
quitus,
un
pueblo
agrícola
y
próspero,
según
Jara,
fueron
durante
mucho
tiempo
olvidados
y
algunos
historiadores
dudaron
incluso
de
su
existencia,
pero
ahora,
subrayó
el
arquólogo,
son
"las
raíces
más
profundas
de
nuestro
pasado,
de
ese
hombre
prehispánico"
que
fulguró
en
los
Andes.
Fuente: antiguaymedieval.blogspot.fr
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