Alfredo Pareja Diezcanseco, un novelista de profesión

Foto: JORGE MARTILLO MONSERRATE


La vida es un viaje. Un viaje que inició Alfredo Pareja Diezcanseco cuando nació en Guayaquil, el 12 de octubre de 1908. Su padre provenía de una familia guayaquileña adinerada y su madre, de la aristocracia peruana. Pero perdieron sus fortunas. Situación que se agravó con la muerte de su padre.

Ante esto, desde los 14 años Pareja trabajó como: bodeguero, vendedor de una compañía, pagador del ferrocarril de la Costa y bombero. Años después se embarcó como grumete con destino a Nueva York, donde laboró como mesero, distribuyó clandestinamente licor, enseñó español. Hasta que en 1931 regresa a Guayaquil.

Pero Pareja ya había comenzado a escribir poesía en 1925, antes de viajar. Sus primeros poemas románticos fueron publicados en la revista Voluntad, que editaba desde 1927 junto a Jorge Pérez Concha y Demetrio Aguilera Malta. "En realidad la literatura de Pareja Diezcanseco de esta época presenta muchos elementos del desaparecido movimiento modernista. Me refiero a su poesía", reseña Alejandro Guerra Cáceres en el libro Cinco como un puño. Poesía del Grupo de Guayaquil.

Lo curioso es que aunque Pareja Diezcanseco, en sus años mozos, escribió y publicó poemas, jamás publicó un libro de relatos cortos -publicó solo un cuento Los gorgojos¬ antes de sus novelas. Algo inusual en un novelista ecuatoriano.

Lo destacó Jorge Enrique Adoum en el prólogo de Narradores ecuatorianos del 30: "Es el único que puede decir de sí mismo 'Profesión: novelista'. El único que jamás pasó por la supuesta sala de espera del cuento y el único que puede contar hasta diez novelas (en realidad hasta trece)".

Realmente catorce es el número exacto de novelas que publicó, pero autocríticamente Pareja Diezcanseco eliminó del listado de su obra a las tres primeras que publicó: La casa de los locos, 1929; La señorita Ecuador, 1930; y Río arriba, 1931.

El estudioso norteamericano Karl H. Heise, en La evolución novelística de Pareja Diezcanseco, considera que en esas tres novelas: "Está contenido ya el germen de lo que podría algún día tener la fuerza del roble...". Por tanto, las novelas reconocidas por Pareja Diezcanseco son: El muelle, 1933; La Beldaca, 1935; Baldomera, 1938; Don Balón de Baba, 1939; Hombres sin tiempo, 1941 y Las tres ratas, 1944, que conforman su primera etapa del realismo social.

Luego vendrían: La advertencia, 1956; El aire y los recuerdos, 1958; Los poderes omnímodos, 1964, que forman parte de su etapa histórica. A dicha trilogía se sumaron: Las pequeñas estaturas, 1970; La Manticora, 1974 y El entenao, 1991, que son parte de su etapa abstracta.

Con aguzada mirada, Rodolfo Pérez Pimentel, en su Diccionario biográfico del Ecuador, comenta sobre la última etapa del escritor: "Tanto esfuerzo por renovarse constantemente ¬siempre fue un trabajador férreo, disciplinado, recio, perfeccionista¬ lo dejó prácticamente extenuado, pues para sus últimas novelas acostumbraba escribir veinte páginas diarias trabajando a tiempo completo, que luego reducía a solo cinco; quizá por eso, al finalizar La Manticora, dijo adiós para siempre a las novelas para consagrarse únicamente a la historia como género objetivo y lógico.

El cambio se debió a las tensiones emocionales que le producía la literatura abstracta, incluso le ocasionó un síncope cardiaco y por no ser literatura de diversión constituyó otro fracaso en el país, pues fueron muy pocos los que la entendieron". En 1979, el Gobierno le otorgó el Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo, en reconocimiento a su producción como biógrafo, historiador y novelista.

Diez años más tarde, el 23 de febrero de 1989, cuando Alfredo Pareja Diezcanseco pronuncia su discurso de ingreso como miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, evocó a sus compañeros del Grupo de Guayaquil y políticamente se ubicó en la centro izquierda: "...de izquierda, bien dicho, de centro izquierda, lo expreso así por el rechazo que siempre he experimentado por los extremos y extremismos tan ofuscadores de la conducta humana".

Miguel Donoso Pareja -en una entrevista que le hice en el 2009¬ evocó a Alfredo Pareja Diezcanseco: "A mi tío lo recuerdo como un hombre cariñoso y sencillo, a veces impaciente y enérgico. Una vez me vio leyendo una novela de Hugo Wast y dijo drásticamente que no leyera pendejadas. A los pocos días me trajo a regalar la versión original de Las mil y una noches, que es un libro muy erótico. Yo tenía 11 o 12 años de edad y lo gocé con cuerpo y alma".

Alfredo Pareja Diezcanseco falleció en Quito, el 3 de mayo de 1993 -a los 84 años¬, en la sala de espera de su cardiólogo, adonde había acudido a un chequeo de rutina. Pedro Jorge Vera, en su libro de memorias Gracias a la vida, cuenta que en el velorio de Pareja Diezcanseco, a manera de despedida, tomaron la palabra Francisco Huerta Montalvo, Jorge Enrique Adoum y él, que también leyó el soneto Grupo de Guayaquil, una de cuyas estrofas dice: "Sencillo, natural, sin alharacas, / trayendo Baldomeras y Beldacas / Pareja ejerce su oficio de alfarero".

La vida es un viaje y Alfredo Pareja Diezcanseco había arribado a la última estación.

Fuente : eluniverso.com

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